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¿En qué música nos refugiamos?

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Crisis de identidad musical. Si me pregunta alguien qué música escucho, la respuesta honesta es: novedades. Escucho novedades. Compaginar mi intensa vida privada (¡ja!) con el bello, pero sufrido, hobby de escribir sobre música, casi no me deja tiempo para devorar discos como lo hacía antes de IFM. Por el amor de dios, me sé las letras de casi todos los discos de Blur, Björk y Radiohead. Ahora mismo, apenas me da tiempo a aprenderme una estrofa de The National (indudablemente, la banda del momento, no jodáis). No tengo tiempo.

Claro, la pregunta que titula este artículo viene precedida por la obligada “¿cuál es tu banda preferida?”. Todo esto es como muy interno, en plan existencial. Digamos que la gente, cuando te conoce, no va preguntando esas cosas (alguno hay). Soy yo con mi foro interno, dejémoslo ahí. Con lo de las bandas preferidas uno tiende a recurrir a esas de las cuales te empapaste de todos sus discos en plan grupi, sin importar un carajo lo que dijeran de ellos. Así, uno se vuelve a acordar de Blur, de Björk y de Radiohead. Pero no es del todo justo, porque por mucho que idolatres a tus referentes del pasado, se han ido formando amores verdaderos a lo largo de los años posteriores. Lo que pasa es que no te ha dado tiempo a asimilarlo. La vorágine de lanzamientos, filtraciones, recomendaciones… no te deja volver a leer la página anterior del gran libro de la música popular. Bueno, si a esto le sumamos que “nuestros gustos van cambiando” y pijadas así, se nos forma un cóctel de difícil solución.

Por tanto, y centrándonos un poco, este artículo va de ese estilo, esas bandas en las que nos refugiamos cuando estamos hasta los cojones de escuchar nada más que la mierda que va saliendo en la actualidad y que, únicamente por nuestra culpa, no nos deja disfrutar discos anteriores como se merecen. Ya no digo como lo hacíamos antes, destripándolos hasta el aburrimiento, no; como se merecen. Los hay que aplican un filtro de sensatez y descartan porcentajes enormes de novedades por no complicarse la existencia. Los envidio, yo no sé hacer eso. Los hay, incluso, que se aplican ese forzado filtro, aun cuando tú insistes, porque joder, sabes que esa banda, ese estilo, le va a gustar. Esos me dan lástima… pero tampoco sé hacer eso. Mi filtro es una puta estafa. Se ha roto.

Empiezo yo. Cuando siento que he llegado a un punto de no retorno sobre lo que escucho, cuando esa línea que crucé se queda ya muchos años atrás, cuando me encuentro en un callejón de madrugada escuchando lo nuevo de Ariana Grande o bailoteando mientras cocino escuchando la última recomendación metal-hardcore de un colega…. espera, igual esto era al revés… El caso, que cuando salta la alarma de identidad musical, la de “qué estoy haciendo con mi vida”, me da por refugiarme en el post-rock. Me acomodo en mi espacio de confort y me pongo un disco de Mogwai, de Godspeed o de Explosions In The Sky. Me ayuda a relajarme y plantearme ciertas cuestiones vitales, incluso más allá de la música (si es que las hay). Hombre, bien es cierto que ese género ayuda a la introspección, pero más que el hecho de la música que suena en sí, lo que me da paz es saber que esos discos siempre estarán ahí y que podré recurrir a ellos en este tipo de situaciones. Y creo que esa es la clave del asunto, poder contar con ese margen de seguridad. Luego, cuando se acaba el coñac y se me apaga el puro, salgo del búnker y vuelvo a visitar la web más indie para escuchar la última mierda tendenciosa de moda y acabar criticándola (a la web) como cualquier otro enfermo del pop.


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